Los residentes en propiedad horizontal somos personas de diferentes culturas, costumbres, razas, regiones, grupos poblacionales que compartimos un área o espacio común: la copropiedad o conjunto residencial.
Sin embargo la gran paradoja es que no hablamos, ni ponemos en práctica el lenguaje del bien común que es la esencia de la propiedad horizontal en Colombia.
La tradición nos muestra como la cultura de barrio por varias generaciones y décadas fue una experiencia que acercaba a los residentes de la cuadra, de la manzana, del barrio y los unía generalmente por causas del bienestar de todos, logrando una identidad y un sentido de pertenencia, una apropiación del territorio y su cuidado.
El desarrollo urbanístico, entiéndase el negocio inmobiliario, por su rentabilidad transformó los espacios del hogar, área social, área de servicios, área de aseo, área de descanso, área de estudio, área de parqueo, área de jardín, área de patio, de una manera sistemática fue reduciendo sus espacios hasta finalmente desaparecerlos del interior y sacarlos al exterior convirtiéndolos en áreas o zonas comunes.
Y proporcionalmente se iban reduciendo las áreas del hogar, casas con 180 a 200 metros cuadrados para una familia de hace unas décadas, hoy son apartamentos de 50 a 60 metros cuadrados con una mini área de recibo, área de servicios, área de aseo y área de descanso, las demás áreas unas desaparecieron (área de estudio, área de patio) y otras son compartidas en el exterior (área de jardín, área de parqueo, área social).
Actualmente la gran mayoría de residentes, es decir las generaciones de adultos, padres y abuelos traemos la vivencia y experiencia de la casa tradicional de barrio, y hoy somos los copropietarios y/o arrendatarios residentes en propiedad horizontal.
“El gran reto es transformar la cultura tradicional de barrio, construyendo y consolidando la identidad, cultura y sentido de pertenencia hacia la copropiedad, como otrora lo hicimos con la cultura de la cuadra, la manzana y el barrio”.
La pandemia del COVID 19 y el confinamiento obligatorio han tenido un gran impacto en cada uno de nosotros, hemos tenido la vivencia experiencial que el espacio en el apartamento es bastante reducido y por ejemplo hicimos plena consciencia que no tenemos área de trabajo disponible en las áreas actuales de un apartamento, y nuestros hijos evidenciaron que de igual forma no tienen área de estudio disponible.
En alguna medida los roles de la casa, tradicionalmente a cargo de la madre, hoy deben ser compartidos y son responsabilidad de todos, esto al interior del apartamento, haciendo consciencia de que somos una familia, rompiendo ese modelo de normalidad que traíamos cada uno totalmente independiente en su mundo, integrándonos de nuevo al núcleo familiar.
Sin embargo la aglomeración compleja que genera la copropiedad, porque en cada apartamento está sucediendo lo mismo, refleja cómo no tenemos los suficientes espacios, o áreas ni privadas ni en zonas comunes, originando las diferencias y los conflictos entre residentes de la copropiedad.
Así las cosas, las áreas del apartamento actual no las podemos cambiar, sin embargo si debemos transformar nuestros comportamientos hablando y poniendo en práctica de manera cotidiana el lenguaje del bien común, generando una identidad, una cultura y un sentido de pertenencia hacia la copropiedad, en busca de bienestar o de buen vivir para todos los residentes, copropietarios y arrendatarios.
Dicho en otros términos, la problemática está en nuestras manos, somos la causa, pero de igual forma la solución está en nuestras manos, transformar nuestra cultura y costumbre tradicional de barrio, que coloquialmente le llamamos independencia.
Esta realidad es la que hoy conocemos como la convivencia en la copropiedad, que día a día es cada vez más compleja, producto de una pandemia y un confinamiento que ha logrado agudizar y visibilizar esta realidad.
En conclusión la cultura de la convivencia en la copropiedad con base en el lenguaje del bien común, transformando la cultura de independencia del barrio tradicional, son hoy un gran reto y desafío en pleno siglo XXI.
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